De acuerdo con uno de los abogados consultados, son las pequeñas y medianas empresas sin una extensa experiencia comercial acumulada las que se verán empujadas, si no hay recuperación mercantil significativa, a presentarse en concurso, mal, tarde y con muchas probabilidades de acabar en una quiebra. “En mi experiencia los pequeños empresarios prefieren dejar impagadas algunas facturas en julio, pero irse de vacaciones a cargar las pilas con la idea de que en septiembre ya verán como atajan los reclamos de los proveedores. Éstos son los que suelen pasar mal agosto, porque se encuentran con una retahíla de impagos. Suelen ser los proveedores de las empresas industriales medianas, por ejemplo”, añade una fuente del sector jurídico.
Por el contrario, las empresas del sector industrial han mostrado más capacidad de resistencia en esta crisis de momento aunque ven amenazado su futuro por la crisis de las industrias de las cuales son auxiliares. “Las cuentas en junio cantan. El cierre de los balances y la presentación de los libros contables es algo a lo que nadie se puede sustraer, y al final se tiene un cuadro completo de lo que pasó el año anterior pero también del primer semestre de este año. Nadie se puede llamar a engaño”, de acuerdo con una fuente de la judicatura mercantil quien añade: “Este año las cosas se van a ir complicando de acuerdo con los sectores.
El sector de la hostelería lo va a tener muy claro a la vuelta de las vacaciones. El fracaso de las terrazas, la caída del turismo, van a empujar al cierre a muchas empresas del sector”. Mientras tanto, los aplazamientos Covid-19 de Hacienda van a acabar dando la puntilla a muchas empresas puesto que los vencimientos de este aplazamiento no son fraccionados sino al bulto. Lo que se aplazó sobre la base de esa facilidad vence un 100% en noviembre “y eso va a ser un golpe difícil de soportar para muchos que esperaban que con la actividad del verano le iban a poder hacer frente a los pagos del aplazamiento. La marcha de los negocios, mientras tanto, es alarmante para una estructura económica que cada vez está más atada al sector del turismo y los servicios. Ambos han mostrado estar en una situación de absoluta precariedad por la crisis”, añadió.
Los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondientes al segundo trimestre de 2020, que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE) se manifiestan en este sentido. Estas cifras incluyen casi por completo el estado de alarma decretado por la crisis sanitaria. Estos datos confirman la falta de recuperación de la economía y el empleo. Los analistas esperan que en el tercer trimestre la tasa de paro suba un par de décimas más, aunque mientras se redujo el número de afectados por ERTE, que descendieron desde los 3,4 millones contabilizados a finales de abril a 3,0 millones en mayo y 1,8 millones al cierre de junio. En estos datos hay que computar que los ERTE por fuerza mayor están prorrogados hasta el 30 de septiembre. Dato que va a afectar también a los resultados del tercer trimestre sin que de momento se puedan hacer previsiones fiables.
El deterioro de la situación en el tercer trimestre de este año se reflejará en la cantidad de parados, que puede subir hasta los 3,4 millones con una tasa de paro que puede alcanzar al 16%. Esto reflejará la inviabilidad de la actividad económica vacacional este año y puede desembocar en un derrumbe del empleo por el fracaso de la temporada turística. El crecimiento del número de contratos, un 26% en mayo y un 36% en junio, han sido reflejo de esas expectativas incluida la recuperación de muchos trabajadores de los ERTE por fuerza mayor, que correrán a partir de septiembre el riesgo de convertirse en despidos. Este cuadro de la EPA está dentro de las previsiones de una cadena de concursos de acreedores a partir de septiembre/octubre.